Director de Programas Educativos de VHI
Es prácticamente imposible tener una sola estrategia provida para poder derrotar a la “cultura” de la muerte. Sin embargo, en HLI y VHI, creemos que las soluciones de raíz a esta malévola “cultura” se encuentran en dos frentes: los sacerdotes y los padres de familia.
Los sacerdotes son los educadores de los católicos adultos y los padres católicos son los educadores de sus hijos. Imagine por un instante que cada sacerdote en cada púlpito del mundo enseñase la verdad acerca de la vida y la familia cada domingo (o por lo menos muchos domingos). Imagine también que cada padre y madre católico enseñase la misma verdad a sus hijos (según su edad y madurez). En pocos años, ¡la “cultura” de la muerte se vendría abajo! Nadie tendría que gastar ni un centavo para financiar organizaciones o conferencias provida. La predicación y la enseñanza habituales del día a día o de semana en semana bastarían para lograrlo. Más aún, de cada hogar católico y de cada parroquia saldrían los futuros padres, sacerdotes, obispos, religiosas, educadores, médicos, abogados, y políticos (sí, ¡aún los políticos!), que el mundo necesita para convertirse en provida.
Desafortunadamente, ello no está ocurriendo. No hay suficientes sacerdotes que estén predicando con frecuencia acerca de los temas provida. De hecho, algunos de ellos están enseñando lo contrario de lo que enseñan el Papa y los obispos que están en comunión con él. Y muchos laicos tampoco están haciendo lo que debían. Muchos padres han olvidado que son los primeros y principales educadores de sus hijos (o probablemente ni siquiera lo sepan, ¡porque quizás nadie se los ha dicho!) Peor aún, no pocos matrimonios católicos están practicando la anticoncepción (incluyendo la que es abortiva) o la esterilización. Este grave pecado es directamente contrario a la doctrina de la Iglesia y a la castidad conyugal. Y, como decía el Padre Paul Marx, fundador de HLI: “Los padres de familia que están practicando la anticoncepción no pueden (es decir, no tienen la autoridad moral para) enseñarles la castidad a sus hijos”.
Así como el desorden sexual (el vicio de la lujuria) es la raíz del aborto y la “cultura” de la muerte; así también la virtud de la castidad es la raíz de la cultura de la vida. Pero si los sacerdotes y los padres de familia no enseñan estas verdades a sus respectivas audiencias, no podremos eliminar la “cultura” de la muerte y edificar en su lugar la cultura de la vida.
Cuando Dios terminó de pronunciar Sus Diez Mandamientos al Pueblo de Israel, le habló personalmente a cada israelita, a través de Moisés, diciéndole: “Grábate en la mente todas las cosas que te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes” [1]. La Iglesia, fiel a la Palabra de Dios, nos enseña que los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos, sobre todo en materia de fe y moral. “Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Han de educar a sus hijos en el cumplimiento de la ley de Dios” [2].
Ahora bien, este derecho-deber de los padres es, además de un precepto divino, una realidad de la ley natural, de suerte que se trata de un derecho fundamental anterior al Estado y a la sociedad, y que éstos tienen el grave deber de respetar y tutelar. Esta verdad hunde sus raíces en el hecho de que ser padres de familia no se reduce al hecho biológico de traer hijos al mundo, sino también de educarlos. Por ello, la Iglesia enseña: “La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables … Los poderes públicos tienen el deber de garantizar ese derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio” [3].
Hay muchos por ahí que andan diciendo que “muchos padres no saben educar a sus hijos”. En no pocos casos la actitud que está a la base de esa afirmación es de arrogancia y falta de respeto hacia los padres de familia. En otros casos se trata de una genuina preocupación por las familias. Pero, cualesquiera sea el motivo que nos induzca a emitir ese tipo de diagnóstico, la solución al problema no debe ser elaborar una política o una pastoral de la sustitución, sino de la potenciación de los padres, para que puedan cumplir con el deber que Dios mismo les ha encargado. Es ahí donde se ubica el papel de los sacerdotes y demás educadores en la Iglesia. Siempre fieles al Magisterio (el Papa y los obispos en comunión con él [4]) y con mucha humildad, los sacerdotes y otros docentes de la IglesiaAy
deben ofrecer la ayuda necesaria a los padres de familia que la necesiten, para que esos padres a su vez puedan educar a sus hijos en la enseñanza de la Iglesia.
Por supuesto, los padres de familia son los primeros responsables en buscar esa enseñanza. VHI humildemente les ofrece sus materiales educativos. En particular, y respecto del tema de la castidad, recomendamos encarecidamente a todos los padres los siguientes enlaces que se encuentran en nuestro portal en la Internet (www.vidahumana.org):
Educación Sexual, http://www.vidahumana.org/vidafam/edusex/edusex_index.html
“Sexualidad humana: Verdad y significado”, http://www.vidahumana.org/vidafam/iglesia/verdad.html Este el principal documento de la Iglesia específicamente dirigido a los padres sobre este tema. http://www.soloparajovenes.org/
Notas:
[1]. Deuteronomio 6:6-7.
[2]. Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 2222-2223.
[3]. Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 2221 y 2229.
[4]. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, no. 85.
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