sábado, 27 de noviembre de 2010

¿Dónde va el feminismo?

Las colaboraciones de Mercedes Aroz: en esta nueva entrega aborda la deriva del feminismo desde una perspectiva historicista y, al mismo tiempo, aporta una serie de propuestas para encarar el siglo que viene


Mercedes Aroz
En el análisis sobre la fuerte ofensiva que se vive hoy en contra del derecho a la vida e instituciones socialmente valiosas, como el matrimonio y la familia, es preciso profundizar en los factores determinantes que la sostienen. Y, esto nos lleva a situar en primer plano del análisis a ciertas ideologías promovidas, entre otros, por el movimiento feminista radical, sabiendo no obstante que el combate no se libra sólo en el terreno del pensamiento y que detrás de estas ideologías existe un fuerte entramado de intereses diversos, y en primer lugar los de tipo económico.

La influencia del feminismo en la configuración de la familia, la sociedad y la cultura
En una primera valoración de las repercusiones del feminismo hay que destacar su influencia decisiva en la familia, la sociedad y la cultura en los dos últimos siglos de nuestra historia. Sus aportaciones han sido positivas en igualdad y justicia social, pero también está promoviendo cambios que resultan perjudiciales. Repasemos brevemente la trayectoria del feminismo siguiendo a Jutta Burggraf [i], que sitúa los cambios producidos en tres etapas que se corresponden cronológicamente, aunque no claramente delimitadas, con un desarrollo de ideas y hechos en los países occidentales, mientras en otros países aparecen entrelazadas.

En la evolución del pensamiento feminista se ha pasado de reivindicar la igualdad de derechos entre los sexos a la superación de los sexos. El punto de partida del movimiento organizado se sitúa en el siglo XVIII en la Revolución Francesa con la “Declaración de los derechos de la mujer” en 1791, impulsada por asociaciones de mujeres y que no llegó a ser aprobada[ii]. En 1792, surge en Inglaterra un movimiento por los derechos de sufragio y ciudadanía, y ya en el siglo XIX, el feminismo en Alemania se dirigió primordialmente hacia la reivindicación de la educación. A principios del siglo XX, el balance era positivo y las mujeres habían logrado sus metas en cuanto a la igualdad política según la ley y en la admisión en la enseñanza superior y las universidades en los países europeos[iii]. Las aspiraciones se dirigían a la plena equiparación de los derechos jurídicos, económicos y sociales entre el hombre y la mujer.
Sin embargo, a lo largo del siglo XX, el feminismo se radicaliza e impulsa cambios perjudiciales para la mujer y la sociedad: el aborto se convierte en paradigma de la emancipación femenina y se promueve la ideología de género. Bajo la influencia del marxismo y sustentado ideológicamente de forma fundamental en la obra de la filósofa existencialista Simone de Beauvoir, El segundo sexo (1949), pasa a defender la igualdad funcional de los sexos que implica eliminar los roles del hombre y la mujer, y el rechazo de su naturaleza, la maternidad, el matrimonio y la familia; la emancipación significa el radical rechazo de la naturaleza de la mujer y la imitación del rol masculino. Como reacción surge otra corriente en el extremo opuesto que para la plena realización de la mujer promueve la completa feminidad e idealiza sus cualidades para mejorar la sociedad.
El fruto más amargo del activismo feminista en el siglo XX ha sido la legalización del aborto, iniciada en la ex Unión Soviética, que lo aprobó en 1920. En la década siguiente se legaliza de forma restrictiva o libre en los países escandinavos, en el Reino Unido en 1968 y en la década de los setenta y ochenta en los demás países de la Europa occidental[iv]. El pensamiento feminista incorporó el aborto como un derecho de la mujer en un contexto propicio de fuertes dificultades de las mujeres para incorporarse al mundo laboral y a las tareas de la sociedad y la política, en el que toma distancia de la maternidad, el único rol desempeñado tradicionalmente.
El feminismo jugó un papel determinante en la legalización del aborto al lograr que fuese asumido por los partidos de la izquierda y por buena parte del pensamiento moderno en la sociedad occidental. Hoy, el aborto se presenta como derecho reproductivo -según un nuevo concepto jurídico procedente del mundo anglosajón-, y se enmascara dentro del también nuevo concepto de salud de la mujer, la salud sexual y reproductiva.
La legalización del aborto se ha llevado a cabo en flagrante contradicción con los principios de las constituciones democráticas que recogen el derecho a la vida como el primero y fundamental, y supone, como ha señalado el Papa Benedicto XVI, desvirtuar el ideal democrático que sólo es verdadero cuando reconoce y tutela la dignidad de toda persona humana[v].
Respecto a la posición de la izquierda, la diputada italiana Paola Binetti, hasta principios de año del Partido Democrático, centro-izquierda, señala el error de asumir el aborto como derecho de la mujer y la contradicción con los postulados que teóricamente le son propios, la defensa de los más débiles. Siendo que en el debate sobre el aborto hay dos partes implicadas, la izquierda ha optado por el derecho del más fuerte, la madre, anulando el derecho del más débil, el hijo, que precisamente por serlo requiere la protección de la sociedad.
Hoy, el debate continúa entre los que quieren reprimir o los que exageran las funciones propias de la mujer, mientras el feminismo radical promueve la ideología de género, según la cual la meta ya no está en acabar con el predominio masculino ni en liberarse de la maternidad sino en eliminar la misma naturaleza en la identidad de la mujer y del hombre. Para ello, se redoblan los esfuerzos para la destrucción del valor de la maternidad y la familia, e inmerso en la expansión mundial de esta ideología el feminismo se ha distanciado de los problemas reales de la mujer y no plantea nuevas metas positivas para la mujer y la sociedad.

La presión del feminismo radical sobre las organizaciones mundiales
El número cinco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas, acordados en 2000 para la erradicación de la pobreza en el mundo en el horizonte de 2015, se refiere a la salud materna entendida como salud reproductiva. Periódicamente, en las Cumbres que se realizan, la última el pasado septiembre en Nueva York, para evaluar el grado de cumplimiento de los Objetivos y proponer medidas correctoras, hay reuniones previas en las que los diferentes lobbies tratan de influir en los ámbitos de su interés, es el caso de los que presionan en favor del aborto libre como medida de “salud materna”. Un planteamiento llevado también al G8 por la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, que en la reunión preparatoria de los ministros de asuntos exteriores, en marzo de 2010, dejó claro que la salud reproductiva incluye el “acceso al aborto legal y seguro”, y se explicitó así, que el aborto está incluido en el Objetivo 5 del Milenio de la ONU.
En la nueva estrategia global anunciada en la Cumbre de septiembre por el Secretario General, Ban Ki-moon, se señala que sólo se recurrirá al aborto en países en los que esté legalizado, pero, al mismo tiempo, se anima a los políticos y a los gobiernos a que adopten las decisiones convenientes para legislar de acuerdo con el espíritu de los Objetivos del Milenio[vi].

¿Qué cabría esperar de un movimiento feminista en el siglo XXI?
De un feminismo que proponga metas teniendo presente las realidades de hoy, que esté guiado por la solución de los problemas reales de la mujer y que aprecie su naturaleza y sus valores.
Pensemos en un nuevo feminismo del siglo XXI, que considerándose heredero de los movimientos que históricamente encabezaron la lucha de las mujeres por la igualdad y la participación social, plantea nuevas metas en función de la realidad presente. El nuevo feminismo ha de establecer cuáles son los principales retos que surgen de esta realidad, desigual realidad en los países occidentales y en los países en vías de desarrollo, sabiendo que los primeros son modelo para los demás. Cabe señalar los siguientes:

1) El compromiso con los Derechos Humanos. Y, el primero y primordial, plantea la exigencia del compromiso de la mujer con el derecho a la vida. La mujer, que es transmisora de la vida ha de situarse en vanguardia en la defensa de este derecho de todo ser humano. De este compromiso surge un nuevo feminismo que valora la maternidad y está determinado a remover todas las trabas que se oponen a ella.

2) Afirmar la igualdad de la mujer y reconocer la diferencia entre los sexos, centrada en la maternidad. Una igualdad respetuosa con tales diferencias rechaza la imitación de los hombres, pero afirma que la igualdad de la mujer exige disfrutar de los mismos derechos, incluido el de participar en la vida pública, política y laboral, que implica la formación para garantizar la participación en los ámbitos de la toma de decisiones. Reconoce, y sostiene el papel de la mujer en la familia y en la sociedad de cualquier latitud, religión y cultura[vii].

3) Recuperar el valor de la maternidad y promover su valor social. El nuevo feminismo no reniega de la naturaleza de la mujer, y por el contrario asume la maternidad como un don y una gran tarea. Al mismo tiempo, exige el reconocimiento de su valor social y una protección efectiva, pues la enorme tarea de la maternidad y su trascendencia son ignoradas en nuestras sociedades occidentales
4) Integrar y reconocer el valor de la paternidad. Integrael sentido de la paternidad, tradicionalmente anulado en el movimiento feminista, y hace a los padres cada vez más conscientes de su trascendencia para los hijos y para la sociedad.
5) Establecer las principales metas para lograr conciliar maternidad, familia, trabajo y tareas políticas o sociales y vida personal. En la concepción de una vida integrada y plena tanto para la mujer como para el hombre, pues la vida es una sola[viii].
Ante estos grandes retos debe situarse un nuevo feminismo que en la línea de las mejores contribuciones del pasado a una sociedad mejor, recupere la meta de una sociedad más justa e impulse un cambio cultural que haga efectivo el respecto a la vida y la igualdad real de las mujeres. El movimiento feminista tiene un papel crucial para promover los derechos humanos, recuperar valores positivos para toda la sociedad y lograr un avance en la igualdad de sexos, en la paridad en las tareas sociales y políticas, y la eliminación de todo lo que coloca a la mujer en una situación de inferioridad.
Pero si la mujer y el movimiento feminista tienen un papel primordial en los cambios señalados, al igual que en el pasado debe contar con el apoyo de las organizaciones y ámbitos de pensamiento abiertos al verdadero progreso humano, que comparten con las mujeres sus problemas y sus luchas para superarlos. Por ello, lo anterior ha de suscitar en un ámbito más amplio una reflexión y la necesaria movilización sobre tres aspectos centrales:
- La necesidad de reabrir a nivel europeo el debate sobre el aborto, en su dimensión ética y sobre sus efectos demográficos, sociales y económicos, y el reconocimiento del valor social de la maternidad.
- La contradicción existente entre la legalidad del aborto y el derecho a la vida, derecho fundamental en el ordenamiento jurídico, contradicción que desvirtúa la esencia del Estado de Derecho basada en la primacía de normas de rango superior, inviolables e inmutables, y protegidas por instituciones independientes.
- El necesario cambio cultural en la concepción de los derechos, de tal manera que el derecho individual, la autonomía, se confronte siempre con la responsabilidad social[ix].
Son reflexiones que considero deben situarse esencialmente en el ámbito de la sociedad civil. Son retos de trascendencia para todos y que sólo pueden ser afrontados con éxito desde el diálogo y la voluntad de construir unas bases éticas comunes respetuosas de la dignidad de todo ser humano, y una sociedad mejor.
-En síntesis, las mujeres han llegado por fin en los países occidentales a una etapa de la historia en la que han salido de la supeditación a los hombres y participan en una vida más allá del ámbito privado. Están preparadas y pueden ofrecer una importante contribución en los ámbitos laboral, cultural y político, aunque aún quedan muchos obstáculos que superar[x]. En esta larga etapa, que abarca dos siglos, el feminismo ha aportado cambios positivos pero otros están siendo muy perjudiciales, es hora de corregir estos últimos y centrarse en la solución de los problemas actuales, de manera esencial los que afectan al equilibrio entre trabajo y maternidad, y promover políticas capaces de ayudar verdaderamente a las mujeres.

[i] Varón y Mujer ¿naturaleza o cultura? en El tratamiento del Género en la escuela. European Association Single-Sex Education 2007: 15-35.
[ii] Su promotora, Olympe de Gouges, fue decapitada junto a otras mujeres del movimiento y fueron disueltas sus asociaciones.
[iii] El derecho al voto se aprobó en Inglaterra y Alemania en 1918, Suecia (1919), EEUU (1920), Polonia (1923), seguidos por otros países. Posteriormente, España (1931), Francia e Italia (1945), Canadá (1948), Japón (1950), Méjico (1953) y finalmente en Suiza en 1971.
[iv] En 1982, el 10% de la población mundial vivía en países donde el abortoestaba prohibido, el 18% en los que estaba permitido para salvar la vida de la mujer, un 8% sobre bases médicas, y el 64% restante disponía de leyes que permitían el aborto por razones sociales amplias o por petición propia, en general dentro del primer trimestre. Se utilizan dos tipos de aborto: el farmacológico (desde 1999) y el quirúrgico.
[v] Audiencia a obispos brasileños en la visita ad limina el 28-10-2010.
[vi] Álvaro Lucas, ¿Ayudar a la maternidad o evitarla? Acepresa, 23-9-2010.
[vii] IV Congreso Internacional ProVida, Zaragoza 6-8 noviembre de 2009.
[viii] N. Chinchilla y M. Moragas, Dueños de nuestro destino. Ariel 2009 (3ª ed.).
[ix] Paola Binetti, IV Congreso Internacional ProVida, Zaragoza 6-8 noviembre de 2009.
[x]Janne Haaland Matláry, El tiempo de las mujeres. Rialp 2002.

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