Que nadie pueda ser discriminado en la atención sanitaria por falta de recursos económicos es un paso adelante en la justicia social
Hace pocos días se dio luz verde en Washington a la reforma sanitaria del presidente Barak Obama. Para quienes creemos que la atención a las personas es lo prioritario en la acción política es una alegría que 32 millones de personas que carecían de cobertura sanitaria excepto en casos de extrema urgencia vayan a recibirla. Que nadie pueda ser discriminado en la atención sanitaria por falta de recursos económicos es un paso adelante en la justicia social, en el respeto a las personas. La decisión merece todos los elogios.
Tal aprobación es aún más satisfactoria por cuanto las medidas que adopta el país más poderoso del mundo tienen una influencia enorme en el resto del globo y, por tanto, la ampliación de derechos sociales en Estados Unidos repercute de forma directa o indirecta en otras muchas naciones.
Esta reforma sanitaria es considerada la iniciativa social más importante en los Estados Unidos desde la Great Society de Lyndon B. Johnson en los años 60 del siglo pasado. Ya se verá en los próximos años si la aplicación práctica es lo bastante satisfactoria o no y si se alcanzan los objetivos. Se comprobará a la vez si los costos de las medidas se ajustan a lo programado porque un alto porcentaje de economistas expertos en temas sanitarios está convencido de que los gastos de la atención médica y farmacéutica se dispararán muy por encima de los previstos. De hecho, en el Medicare ya vigente, los gastos son muchísimo mayores de los que se tuvo en cuenta en el momento de su implantación, y si los costos en este capítulo sanitario se disparan habrá que recortar otros servicios al ciudadano o subir impuestos.
El debate y la aprobación de esta reforma sanitaria norteamericana ha estado en primera línea informativa de los medios de comunicación españoles. Pero me permito comentar un aspecto que la prensa española ha citado muy de pasada y algunos medios incluso han soslayado. Se trata de la actitud firme de varios senadores pro-Vida de los Estados Unidos antes de la votación.
Aún formando parte del Partido Demócrata no estaban dispuestos a apoyar la propuesta de Obama si éste no se comprometía a que en esta reforma sanitaria se prohibiría la financiación de abortos con fondos públicos.
La diferencia de votos prevista en la votación era muy estrecha, con lo que sólo unos pocos representantes más que se hubieran opuesto a la ley en lugar de apoyarla daban un vuelco. Aquellos senadores norteamericanos evidenciaban coherencia, convicción y la valentía de poner la carne en el asador y pasar por encima de las líneas del partido en defensa del más importante de los derechos de la persona, el derecho a la vida. Su acción política fue inteligente y eficaz. Y se la jugaban cara a su futuro político personal, porque es sabido que Obama es proabortista. Aunque el sistema de listas electorales en Estados Unidos funciona de manera totalmente distinta a la española y con mayor relación directa del parlamentario con el ciudadano que con el partido, es obvio que no lo tendrá fácil aquel senador o miembro de la Cámara de Representantes que discrepe abiertamente de su líder. Y más si éste goza de un reconocimiento absoluto.
Es de esperar y desear que Obama cumpla esta parte de su promesa.
Uno no puede por menos comparar lo sucedido en Washington con lo que hace unas semanas se produjo en el Congreso y el Senado de España. Una penosa votación convertía el aborto en un derecho. Y, además, el resultado del escrutinio sería acogido entre grandes risas y celebraciones de varios personajes, en especial mujeres, que parece han perdido todo sentido de la dignidad de la persona.
Era el fin de un capítulo del aborto en España. Pero la lucha en defensa de la vida del no nacido no por ello cesa. Será permanente. No sólo en el campo parlamentario sino también en la calle, en los medios de comunicación, en las cátedras y la investigación biológica, en el hogar, en las conversaciones de la peluquería. El boca-oreja adquiere especial protagonismo porque de forma aún más clara se nos ha transmitido responsabilidad a los ciudadanos de a pie.
fuente: Forum Libertas
Hace pocos días se dio luz verde en Washington a la reforma sanitaria del presidente Barak Obama. Para quienes creemos que la atención a las personas es lo prioritario en la acción política es una alegría que 32 millones de personas que carecían de cobertura sanitaria excepto en casos de extrema urgencia vayan a recibirla. Que nadie pueda ser discriminado en la atención sanitaria por falta de recursos económicos es un paso adelante en la justicia social, en el respeto a las personas. La decisión merece todos los elogios.
Tal aprobación es aún más satisfactoria por cuanto las medidas que adopta el país más poderoso del mundo tienen una influencia enorme en el resto del globo y, por tanto, la ampliación de derechos sociales en Estados Unidos repercute de forma directa o indirecta en otras muchas naciones.
Esta reforma sanitaria es considerada la iniciativa social más importante en los Estados Unidos desde la Great Society de Lyndon B. Johnson en los años 60 del siglo pasado. Ya se verá en los próximos años si la aplicación práctica es lo bastante satisfactoria o no y si se alcanzan los objetivos. Se comprobará a la vez si los costos de las medidas se ajustan a lo programado porque un alto porcentaje de economistas expertos en temas sanitarios está convencido de que los gastos de la atención médica y farmacéutica se dispararán muy por encima de los previstos. De hecho, en el Medicare ya vigente, los gastos son muchísimo mayores de los que se tuvo en cuenta en el momento de su implantación, y si los costos en este capítulo sanitario se disparan habrá que recortar otros servicios al ciudadano o subir impuestos.
El debate y la aprobación de esta reforma sanitaria norteamericana ha estado en primera línea informativa de los medios de comunicación españoles. Pero me permito comentar un aspecto que la prensa española ha citado muy de pasada y algunos medios incluso han soslayado. Se trata de la actitud firme de varios senadores pro-Vida de los Estados Unidos antes de la votación.
Aún formando parte del Partido Demócrata no estaban dispuestos a apoyar la propuesta de Obama si éste no se comprometía a que en esta reforma sanitaria se prohibiría la financiación de abortos con fondos públicos.
La diferencia de votos prevista en la votación era muy estrecha, con lo que sólo unos pocos representantes más que se hubieran opuesto a la ley en lugar de apoyarla daban un vuelco. Aquellos senadores norteamericanos evidenciaban coherencia, convicción y la valentía de poner la carne en el asador y pasar por encima de las líneas del partido en defensa del más importante de los derechos de la persona, el derecho a la vida. Su acción política fue inteligente y eficaz. Y se la jugaban cara a su futuro político personal, porque es sabido que Obama es proabortista. Aunque el sistema de listas electorales en Estados Unidos funciona de manera totalmente distinta a la española y con mayor relación directa del parlamentario con el ciudadano que con el partido, es obvio que no lo tendrá fácil aquel senador o miembro de la Cámara de Representantes que discrepe abiertamente de su líder. Y más si éste goza de un reconocimiento absoluto.
Es de esperar y desear que Obama cumpla esta parte de su promesa.
Uno no puede por menos comparar lo sucedido en Washington con lo que hace unas semanas se produjo en el Congreso y el Senado de España. Una penosa votación convertía el aborto en un derecho. Y, además, el resultado del escrutinio sería acogido entre grandes risas y celebraciones de varios personajes, en especial mujeres, que parece han perdido todo sentido de la dignidad de la persona.
Era el fin de un capítulo del aborto en España. Pero la lucha en defensa de la vida del no nacido no por ello cesa. Será permanente. No sólo en el campo parlamentario sino también en la calle, en los medios de comunicación, en las cátedras y la investigación biológica, en el hogar, en las conversaciones de la peluquería. El boca-oreja adquiere especial protagonismo porque de forma aún más clara se nos ha transmitido responsabilidad a los ciudadanos de a pie.
fuente: Forum Libertas
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